Crecí rodeada de un clima de austeridad… que hoy agradezco
Así es, crecí en un ambiente de mucha austeridad en donde todo, y hablo de todo, se cuidaba y aprovechaba mucho; un ambiente de austeridad que hoy agradezco.
Soy hija de dos seres humanos maravillosos que por aras del destino ambos tuvieron muchos problemas en su niñez.
Mi padre vivió su infancia inmerso en la guerra civil española, y no obstante siendo hijo de un importante Jefe de la Guardia Civil Española, vivió con miedo, a veces confinado, con mucha austeridad e incertidumbre; con la fortuna y a la vez la pena de dejar España, vivió en un campo de concentración en Francia y después de muchas penurias llegó a México, no siendo aun adolescente y teniendo que trabajar para poder subsistir.
Por otra parte mi madre quedó huérfana de padre a los 7 años producto de un accidente y de madre a los 9 años, ya que mi abuela Carolina, por cuidar a una amiga que tenía tuberculosis se contagió y murió. Esto hizo que mi mamá no tuviera con quien vivir y estuvo de casa en casa con tías y familiares sin nunca tener algo propio, ni siquiera su cuarto.
Ambos estuvieron marcados por las carencias; sin embargo ya casados y a base de mucho esfuerzo de mi padre llegamos a tener todo lo necesario para vivir bien. Pero eso no hizo que pasara lo que en muchos hogares pasa, que los padres quieren darles a sus hijos lo que nunca tuvieron. Y lo que sí nos dieron, fue educación y mucho cariño.
No sabíamos si nuestros padres tenían problemas económicos o no, no eran cosas que se hablaran en la mesa y menos en frente de los hijos, al igual que muchos temas.
Vivimos en una de las mejores colonias de México. Nunca nos faltó nada, pero tampoco nunca nos sobró y en esa austeridad viví.
Se compraba lo que se necesitaba, no lo que se antojaba. Se heredaba ropa de los hermanos mayores y no importaba si íbamos a las fiestas siempre con el mismo vestido, éramos felices y aprendimos que vales por lo que eres, no por lo que traes puesto.
Aún recuerdo que mi papá en un viaje al extranjero, nos compró un vestido nuevo a mí y a cada una de mis hermanas; fue un lujo que estrenáramos las tres al mismo tiempo y hoy día todavía cierro los ojos y veo aquel vestido morado con puntitos blancos que tantas veces usé orgullosamente.
Ya adolescente y como buena rebelde, al ayudar a mi mamá en la cocina no entendía porque reutilizaba el papel aluminio, porque lavaba las bolsas de plástico para volverlas a usar, porque volteaba los cuellos y puños de las camisas de mi papá y de mi hermano, porque tantas cosas si tenían el dinero para no hacerlo. Más tarde entendí lo maravilloso que era eso, daba oportunidad de ahorrar, de no gastar de más, de reutilizar, de reusar, de reciclar, cuando aun no se oía en ninguna parte hablar de las R’s. Nuestros mayores lo practicaban.
Mi mamá nunca tuvo un trabajo profesional remunerado, sin embargo gracias a lo que ahorraba del gasto familiar logró llevarnos muchas veces de viaje, incluso a Europa al mismo tiempo a mis hermanos y a mi. Ahorraba lo mas que podía y éramos muy felices.
Hoy doy gracias a esa austeridad en la que viví y que me transporta a hacer conciencia de la austeridad en la que debemos tener hoy mas que nunca en este vuelco de vida que provoca la pandemia del coronavirus.
Vuelco que nos da tanto que pensar y repensar, donde hay tanto que dejar de hacer y cuando hay tanto que revisar.
Hoy vemos que muchas familias aunque no tengan una situación económica boyante, tienen mas de una pantalla de televisión en casa, y ¡qué pantallas! Recuerdo mi televisión de bulbos, en blanco y negro; siempre hubo solo una en la sala familiar y era un punto de reunión que todos gozábamos y que debíamos de ajustarnos a los gustos de unos u otros para decidir que programa ver. Luego llegó la de color, pero solo una.
Hoy muchos viven aislados, viendo su propia televisión en su cuarto o viendo su serie favorita o película en su iPad o en su teléfono. Además de aislados, ¿cuánto se ha gastado en ello? ¿Cuánto podría haber ahorrado la familia?
Y que decir de la ropa. Reto a quien me diga que no tiene nada que ponerse, cuando vemos los closets llenos de ropa y zapatos, que quizá ni siquiera usemos. O esa lucha por tener la bolsa de marca, ¿Has pensado cuantos meses podría vivir una familia con lo que esa bolsa de marca cuesta? Y ¿para que traer bolsa de marca? ¿ Vale más una persona que la trae que otra que no? O ¿es un símbolo de inseguridad y solo se siente la persona valiosa si trae “marcas” encima?
Cuánto más gasto… significa que menos ahorro.
Hoy en esta cuarentena cuaresmal, llena de incertidumbres, no sólo de salud, o de tiempos, sino también de economía, tenemos una gran oportunidad de aprender y de salir de ella siendo mejores personas, más virtuosos.
Quien ha sido austero tendrá mas posibilidades de salir victorioso, quien no lo sea aun es tiempo de aprender a serlo. Aprovecha esta oportunidad para repensar cada gasto que haces. ¿En verdad lo necesitas?
Incluso el #QuédateEnCasa nos obliga a que no podemos salir a comprar. Cuídate también de las compras por internet, son fáciles y de gran tentación hoy que se nos impide ir a un centro comercial.
Pero velo como una oportunidad. No hay mal que por bien no venga. Aprovecha y rectifica, prioriza tus gastos y tú y tus hijos serán mas felices porque descubrirán que la felicidad no está en el tener, sino en el ser y en el ser en familia.
Diana Recio de Ramos.
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